viernes, 28 de junio de 2013

Pendiente

Ascension Art Print

by Diego Fernandez

Llueve, él se sienta a la mesa y recuerda dos o tres cosas importantes, darle de comer al gato, un análisis de sangre a la mañana siguiente, llamar a alguien, ¿llamar a quién? El aliento le sale como una cascada, se le estira la boca, siente que puede nombrar, pero olvida, olvida pronto. Recurre a las imágenes, piensa que con la cara, vendrá el nombre y el llamado como acto reflejo a los minutos siguientes. Pero no, la mesa vacía lo distrae. El gato araña el sillón del living, gira el cuello para retarlo. En un flash, el gesto le viene a la memoria. Se queda quieto, para no desmotivar el recuerdo: un gesto, pelo oscuro y largo sobre esa cara, cayendo hasta un hombro desnudo, que tal vez sea de mujer o de hombre, podría ser de hombre. Vuelve a la práctica solitaria de la mesa vacía. Último cigarrillo. Saldrá a la caza de un quiosco abierto. Está casi desnudo, tendrá que abrigarse, afuera sigue lloviendo. El agua no le molesta, el viento, si, siempre le molesta el ruido del viento y las sombras de la lluvia. Va a salir. Antes mira su reflejo en el espejo, otra vez el gesto, el pelo negro y largo sobre ese gesto, cayendo sobre un hombro y ahora un movimiento, va a girar la cabeza, la descubre, es ella sentada en un sillón, que podría ser su sillón o cualquier otro. ¿La llamaría más tarde? Es un capricho. No puede hacerlo. Se ajusta el cinturón. Y otra vez el gato araña el sillón, al darse vuelta, no es el gato, sino ella acariciando un sillón de terciopelo gris, siempre la recuerda así. La siente y se acomoda para verla. Estira la mano a una tarde de primavera. Ella fuma y lo mira de costado, cuanto lo seducían esos ojos, cubiertos de pelo negro y lacio. Cree que va a tocarla y se toca, a pesar de la noche de lluvia y los cigarrillos. Se recuesta en el sillón. La siente entre sus piernas, la ve subir hasta su cuello, ella le da besos tibios, apenas  húmedos. Sus piernas largas, traban las de ella. La fricción lo sofoca, siente que va a gritar. Agarra con las manos de ella sus pechos, los siente afirmarse en el universo, cree que va a gritar, pero retrocede, y la recuerda como a otra tarea pendiente.