sábado, 15 de febrero de 2014

Mapas



Traza mapas con sus dedos en mi cama. Mira por la ventana y es como si escapara al frío de la tarde.


Entra a bañarse y la voz la llama por su nombre. Ella todavía, a veces, confunde mi voz con esa voz. No sabemos si es una energía errante, equivocada, dando vueltas, encadenada al presente pero a destiempo, o los quejidos de una casa enferma de vejez. 

Somos exactas incluso en lo precario. Ahora ella seca su pelo junto a la estufa de kerosene. Yo escucho los ruiditos de la ventana, intento arreglarla, pero un viento nos empuja y corta la habitación por una línea imperceptible que las dos fuimos surcando. 

Afuera una puerta rechina. Puerta abierta. Golpe seco. Puerta cerrada. Unos tacos de mujer se alejan por el pasillo. Fumo un último cigarrillo. Una será expulsada. Pero quién. 

Los ruidos y los olores que entran desde afuera proyectan sobre nuestros pies una ciudad muerta de frío, de huelgas, de miedo. Si ella sale conocerá el destino de las otras. Y no necesitará mapas imaginarios que le sirvan para escapar lejos de mí, de esta cama. Cada pared de nuestra habitación es un paréntesis para una urgencia perfecta que las dos vamos desgastando. Es extraño: el amor muere a medida que crece. 

Estiro la mano a una tarde de primavera. Ahí ella es la que fuma un último cigarrillo y me mira de costado. Ahí todo es cálido, luminoso. Creo que puedo tocarla y me toco. La siento entre mis piernas tan suave, perfecta. Sube hasta mi cuello, me da besos tibios, apenas húmedos. Sus piernas largas traban las mías. La fricción me hace temblar. La siento ondularse sobre mí, ella es un péndulo en el universo, lleva su carta preferida de Tarot, va a gemir, pero escucha esa voz que la llama por su nombre y retrocede. 

Vuelvo al frío de la habitación. Oscureció. “Los muertos no te necesitan” dice la voz, y esas palabras me estremecen más que la muerte. Ella grita, quiere advertirme, pero es tarde. Estoy afuera, fui yo la expulsada. En la calle la neblina cubre el torso de los manifestantes, que flamean como fantasmas.