Te advierto que acá no queda nada
seco.
Tirar misiles, cinco por cada
mano, acariciar de lengua. Buscar epicentros y volver. Arrojar todos los jugos
de mí antes de que algo pase. Intuir tibieza sobre las sábanas sin cruzar la
puerta, mentir, negar hasta que llegué el fuego, o una tormenta.
La humedad corriendo por mi boca.
El hueco colmado, llenándose y vaciándose, al ritmo de tu respiración, la mía.
Siempre agitadas. Apretar el cuello de esa estrella que somos, apretar hasta
manchar las sábanas, las frazadas, sin darnos cuenta.
Explosión subterránea de zombies
y deseo, pero bajo la piel de un astro. Piernas envueltas. Medias negras. Mis
piernas son una abertura en la constelación de la noche, por donde salir sin
destino, vagabundas, putas y hermosas. Salir a la calle, manchadas de todo y
sorprendernos del desastre. Tocar y acariciar lo húmedo con la lengua, las
manos, lo pies, revolcarnos en el piso frío, desplegar un mapa en blanco sobre
el asfalto, marcar con cruces el camino, cortarnos un poco para salir a ese
desierto y que de nosotras queden huellas. Carne viva. Un corte profundo sobre
otra herida, el hueco surcando el hueco, las piernas cediendo a la inmensidad
de la noche. Arena blanca. Una duna, otra, apretar para dar forma y salir
rápido por la sangre de la herida, antes que se desate la tormenta.
El mundo es demasiado pequeño y
deforme para que entremos la dos. Ay, en ese caos de habitación, el mundo no
puede ni con tus piernas ni con las mías. No puede ser este tajo que sangra y
lo vampiriza todo. El mundo tan real y ruidoso ultraja nuestros
deseos de bocas y saliva. Te prefiero muda, sabes. Cuando te vas, te prefiero
simple, blanco y negro, apenas delineada por la luz. Prefiero eso a entenderme
fugaz y efímera en una tarde voluptuosa, afiebrada de colores y espesor.
No quiero percibir los ruidos de
un abrazo estúpido, los ruidos del circo, antes de enjaular a la fiera, una
mujer de barba espesa y túnica de seda. Ahí no llega ningún bondi querida,
estamos listas, nunca sabremos de qué
nos amparaba el velo de seda. La herida hizo de aquel mundo y de este, dos manchas verdes en la galaxia.
Hubo un puente, te lo conté la
primera vez. Por ahí cruzaban dos lejanas, en ese punto del universo gravitaban
al unísono dos planetas, “dos en una colisión galáctica" entonces me
hiciste entender que un abrazo no es menos que una bomba puesta en las
coordenadas exactas en el momento indicado.