martes, 14 de diciembre de 2010

Sensaciones de un recital en Palermo Hollywood, El mató en Niceto Club

La banda al palo en el escenario, luces azules, humo y un poquito de olor a mariguana.
El chango llena de amor el escenario, con ese carisma freak que lo caracteriza y los otros agazapados en sus instrumentos hacen silenciosos, el trabajo sucio; indie-rock, bello, bellísimo indie platense.
Las groupies al costado del salón, apiladas, trepándose una sobre la otra, llenas de baba y de perfume caro, porque la mayoría así son, bien palermitanas. Ya lo dijo el Indio “el lujo es vulgaridad” y estas lo son, vulgares por demás, pero muy lujosas. Ellas comen la caca de la Rollingstone y lo creen todo, por eso van trás ellos, músicos de la plata, feos para el ojo común, pero claro músicos al fin, todas quieren ser la novia de un rockstar o que se las cojan de vez en cuando para conseguir pases vip y esas pulseritas fluor que te abren todas las puertas, y más, hasta sus propios culitos Soho.
Algunos de ellos, los músicos digo, caen en sus garritas pero saben, saben bien porque están ahí y porque la babita de ellas es un néctar dulce intercambiable y retornable.
Es común en el ambiente del rock ver al músico vestido con zapatillas viejas, remera de una banda extranjera gastada por el uso, jeans cortados y de la mano de ellos nenitas vestidas a la última moda, hermosas perfumadas, ricas seguramente. Quizá el prejuicio sea mío, y la fauna que veo en este recital es tan sólo la fachada de un mundo mucho más profundo, sensible.
No, no creo.
Acá vamos de nuevo: una groupie me saluda porque me vio charlando con uno de los músicos. Lo mío es por trabajo, pero bueno quién no tiene una groupie adentro, ellxs nos crean y nosotrxs lxs creamos a ellxs, así se vive y se hace al rock, lxs periodistas somos un poco groupies pero nos disfrazamos de intelectuales cargados de críticas y oraciones exóticas para definir a la música.
Mi noche concluye sin muchas novedades, pogueé, la banda explotó como de costumbre, me llené de alegría y salí. Afuera mi novio, me espera, también una o dos cervezas frías. Hace calor, está lindo para caminar y ver que hay más allá, por suerte mis ganas de explorar se agotaron cuando ya no hubo más cervezas y el colectivo que me llevaría al oeste, vendría rápido, muy rápido, pero la ida a casa llevaría su tiempo y ya tengo sueño, alguien me dijo, antes de volver a Hurlingham, deberías vivir por la zona y le sonreí intentado no ser irónica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario