Con la mirada puesta en la ventana, sabe que
pronto se acercará el momento. Hay tibieza y cierta humanidad entre sus
piernas. La voz le revuelve la garganta.
Un sonido definitivo entra desde el fondo. Las
nubes van amontonándose contra el marco de la ventana.
Hay celeste, pequeñas tempestades entre los
hilos y las agujas del cajoncito.
Su casa no le pertenece. Los rincones están poblados
de pensamientos animales. Suicidas.
Nadie sabe qué, ni cómo, pero sucedió, mientras
se inscribía acá silenciosa como el universo.
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